¿Qué pasa con lo «políticamente incorrecto»?
Cómo escribir de forma inclusiva sin que lo parezca.
Ahora todo el mundo habla de los “ofendiditos” y de la corrección política como si fuera algo nuevo, algo que se acaba de inventar. Y no pueden estar más lejos de la realidad.
El debate sobre si debemos (o no) tener en cuenta la corrección política a la hora de expresarnos empezó a estar muy presente en los años 80 y siempre ha estado asociado al mundo académico. No es algo que nace de generaciones actuales y, sobre todo, no es algo que caracterice nuestro tiempo.
Pero sus orígenes se remontan a los 60 y 70 y están ligados a un incremento de variedad racial en los campus universitarios de Estados Unidos: los medios de comunicación utilizaban continuamente calificativos ofensivos para referirse a la inclusión de estos colectivos (palabras como “negroes”). Al mismo tiempo las mujeres comenzaron a estar más presentes en los campus criticando su continua invisibilización por el simple hecho de ser mujeres.
La prensa utilizaba términos tan misóginos y racistas que los estudiantes empezaron a cuestionar esa forma de hacer “periodismo” a través de un prisma basado en la norma blanca y mayoritaria (obviando totalmente las experiencias personales de las diferentes minorías y colectivos mencionados). Así, muchas expresiones dejaron de utilizarse -por gente blanca y de manera peyorativa- gracias al hecho de ser cuestionadas por aquellas personas que se sentían afectadas por ellas: de esta forma se dejó de utilizar la palabra “negro” en prensa para englobar a una parte masiva de la población y se empezó a derivar en diferentes expresiones: tales como “afroamericano”. Este es un debate que ha seguido desarrollándose a lo largo de los años, e incluso ese último término todavía se encuentra en disputa.
Está claro que lo que incomoda a la población mayoritaria es “que toquen” su status quo, su privilegio y su espacio preferente en la sociedad dando a entender que su experiencia vital es lo único válido y que aquellos que no estén dentro de sus cánones simplemente son unos “ofendidos” y necios.
Entonces… ¿Cómo intentar ajustar nuestro lenguaje para que todas las personas se puedan sentir incluidas? Tanto aquellas que rechazan el discurso de la corrección política como las que no.
Simplemente es poner sentido común a tu proceso y ampliar tu radar mental a la hora de pensar en el target al que te estás dirigiendo: seguro que no es solo un hombre de mediana edad, blanco y de clase media. Seguro que dentro de ese espectro tan amplio encontramos muchas sensibilidades: quizá no sea blanco, una parte serán mujeres (en algunos casos la mitad y en otros más de la mitad del target), o habrá personas que no se identifiquen con un género en concreto que se vean incluidas sin haberlo pedido nunca…
Con el paso de los años la reivindicación de utilizar un lenguaje más inclusivo en España es mayor, sobre todo centrado en la equidad de género (debido al masculino neutro propio del idioma). Ante esta realidad se han elaborado más y más manuales de uso público explorando una forma más inclusiva del español.
Toda esta corriente defiende lo siguiente: ¿Y si usamos lenguaje que ya tenemos para incluir a toda la gente que podamos en nuestro estilo de escritura? Es tan fácil como utilizar palabras más “amplias” para referirse a realidades que también lo son. Aquí algunos ejemplos:
- Hombre/mujer > Persona/Ser humano
- Niños/niñas > Infancia
- Contentos/contentas > Felices
- Director > Dirección
Otra forma de abrir nuestro abanico comunicacional puede venir a través de una reformulación de algunas frases, con una simple relectura se pueden identificar oportunidades de inclusión y simplemente llevarlas a cabo:
- ¡Ven con tus padres a visitarnos! > ¡Ven con tu familia a visitarnos! Solo un niño criado por dos padres los tiene, los demás pueden ser parte de otros modelos de familia (padre/madre, dos madres, sus abuelos…)
- Los mejores profesores/alumnos > El mejor profesorado/alumnado
- ¡Los mejores expertos! > ¡Grandes especialistas!
Repensar el uso de los pronombres y preposiciones puede servir de mucho:
- El que envíe la mejor foto… > Quien envíe la mejor foto
- Todos los interesados > Quien tenga interés
Muchas de estas sugerencias pueden parecer matices sin mayor importancia pero su uso continuado normalizará un lenguaje más abierto de forma totalmente natural. Porque sí, el lenguaje importa. Y, además, es el reflejo de toda una sociedad. Nos permite dialogar sobre nuestra realidad con respecto a la de los demás, ayudándonos a consolidar, entender y organizar nuestras representaciones sobre ellas (Fivush & Nelson, 2004).
Si es obvio que vivimos en una sociedad variada… ¿Por qué no reflejarlo en cada pieza que salga de la agencia?
Si te interesa el tema y quieres adentrarte más, aquí tienes una lectura perfecta para empezar:
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